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El balanceo del desamor

El frío de su espalda

El frío de su  espalda Labios que pueden besar otros labios por puro despecho. Corazón que no deja de sentir el dolor en cada latido. Ansiedad que sale por la boca en pequeños suspiros mientras duermes, y sientes que te falta el aire,,,y no te importa.
Sientes que has perdido a una persona querida, solo por malentendidos, por palabras dichas con alcohol por las venas. El alcohol un mal consejero.
El dolor del desamor del que tanto se ha escrito, en poesía y en prosa y en todos los idiomas conocidos. Un dolor que tanto se ha descrito pero que cada uno vive a su manera. No te puedes imaginar el daño del alma hasta que lo estás padeciendo tú misma en tus carnes. El alma sí duele.
Verlo marchar, ver su espalda y su paso decidido alejándose de tí, como poniendo tierra de por medio, poniendo un espacio insalvable. No poder ir tras él porque el suelo se te asemeja movedizo, quizás, otra vez consecuencia del alcohol. Sólo sabes que tus piernas te llevan a caminar en el sentido contrario al que desearías. Que el orgullo es mucho más fuerte cuando es mezclado con el alcohol. Y cuando te giras, temiendo convertirte en estatua de sal, él ya ha desaparecido...quizás nunca estuvo ahí y fue solo la imaginación, que juega malas pasadas.
Pero él existió, os lo aseguro. Aún puedo olerlo como si lo tuviese a dos centimetros. Pero no puedo abrazarlo porque ya no es mío...si es que alguna vez lo fue.
El navegando en sus dudas, en sus temores, no se ha dado cuenta de que ha perdido una oportunidad de ser feliz, aunque no fuese algo eterno era algo sólido y sincero. Y nadie te ama de esa manera todos los días. Nadie te deja libre para que vuelvas siempre a su lado, tarde o temprano. Nadie lo hace sino te ama. Y el temor al compromiso, a las cadenas del amor, es un temor absurdo, es como temer a la propia vida. El amor y la vida son como ríos que fluyen y que a veces coinciden y sus aguas se tocan y en ese instante, el agua es feliz, porque todo en esta vida puede ser feliz, una piedra, el aire,,,¿Y por qué no se permite él ser feliz? ¿cree que no se lo merece? ¿que la felicidad no existe? ¿o que la felicidad no existe a tu lado?.
Horas llorando amargamente, unas lágrimas que el aire ha secado, de las que ya no queda nada, ni siquiera el hinchazón de los ojos del día siguiente. Pero por dentro, ese vacío dejado por las lágrimas al salir duele más que el mismo desamor. Siento como si mi interior se tuviese que rellenar de lágrimas nuevas para poder llorarlas de nuevo, en un ciclo sin fín.
Pensar que no caminaré más a su lado, que no miraré sus ojos con la ternura de una niña enamorada, que todo ha finalizado, me hace sentir caer en un pozo negro, del que intento agarrarme para no llegar a caer en el fondo. Una vez ahí dentro me sería imposible salir. Me gustaría que él me diese una mano, esa mano que tantas veces me dio, y me la ofreciera simplemente para sacarme del atolladero del dolor. Después, que se volviese a girar y andase su camino, ya sin mí, como él mismo ha decidido y las decisiones se han de respetar, aunque duelan y no se compartan.
Y cuando lo viese perderse en el horizonte, cerraría los ojos, me lo imaginaría unos segundos en mi mente e intentaría que el dolor fuese saliendo poco a poco de mí, de puntillas, hasta poder volver a ser una mujer nueva y quién sabe si también de nuevo enamorada...

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