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El balanceo del desamor

EMPEZAR EL AÑO, UNA DE CAL OTRA DE ARENA

EMPEZAR EL AÑO, UNA DE CAL OTRA DE ARENA

   Ya no me hago propósitos para el nuevo año ni deseo nada que al final no llega a suceder.  Vivo el presente arrastrando el pasado, sin querer mirar al futuro.  Me da miedo.

   Soy una apasionada de los pendientes en todo 100 y rebajas, me encontré en el aseo del trabajo dos pendientes, buen aguero pensé, luego al llegar a taquilla encontré un pendiente desparejado, buen agurio pensé.

   Al llegar a casa y hablar  en el messenger con un chico que conocí el día de nochevieja e hice buenas migas, me comentó sin querer  ofenderme según él, que estaría más guapa con las cejas depiladas.  Juas, juas, juas.  Alucino.  Bloqueo total en el messenger.  Dónde han quedado las buenas maneras, la diplomacia.  Cada vez soy más escéptica en cuanto a los hombres.

   Apago la luz, mañana será otro día.  No todo lo que reluce es oro, ni los pendientes, ni los hombres.

Adiós, mi niño, adiós

Adiós, mi niño, adiós

 

   Esta carta es para tí, porque no llegaste a nacer y no pude hablarte con esa voz dulce con la que hablan las madres.

   Esta carta nace de mi alma para hacerte llegar todo el amor que no supe darte.  Quizás...no pude darte. La vida es muy dura, mi ángel.

   Esta carta pretende matar un poco de mi angustia, o al menos calmarla.  Poder cerrar por las noches mis ojos sin recordar cómo eras en esa ecografía, tan bien formado y con vida.

   Esta carta quiere contarte que me vi obligada por tantas cosas a tomar decisiones duras y drásticas, como alejarte de mí. 

   Esta carta  quisiera explicarte que si pudiese volver atrás por un solo instante nada de lo que ocurrió habría ocurrido.

   Esta carta es como una nana para un bebé que no nació, no porque yo no quise, sino porque el mundo no quiso.  A veces, todo es tan complicado y se alía en contra de uno mismo.  Quisiera no tener que justificarme, ante algo que para mí no tiene justificación.

   Simplemente me gustaría meterte el chupete en la boca y decirte "Calla, cariño, que para llorar, ya llora tu madre..."

DEMASIADO EN POCO TIEMPO

DEMASIADO EN POCO TIEMPO

   Cuando te suceden tantas cosas en tan poco tiempo, con tan poco espacio para adaptarte a ellas, vives en un shock continuo de desesperanza, esperando lo próximo que acontecerá y que desde luego no será nada bueno.  Todo se amontona a tus espaldas como carga demasiado pesada y sientes la tensión sobre tus hombros y curvas la espalda. 

   Cuando decides arrancar de tu vientre un don preciado es porque el desespero y la angustia es tan grande a nada comparable hasta entonces. El grito que saldría de tu garganta sería sordo a tus oídos pero insoportable a tu alma.  Te has convertido en la asesina de tí misma.  Has matado una parte de tu propio cuerpo.  Has vertido tu propia sangre sin sentido.

   Cuando ves que el amor que has dado no ha sido devuelto.  Que el amor envuelto  con el que le arropabas cada noche, se ha desvanecido en la nada.  Acaricias tu vientre  y ya no hay nada.  Lo buscas y no lo encuentras.  Enloqueces cada día más y con una locura más cuerda.  Eres conscientes de tus fallos, de los que no debistes  cometer y de los que no puedes volver atrás.  Y gritas y esta vez tus oídos sí escuchan ese grito.  Te desgarras.  Y quisieras con tus uñas marcar tu cara, tus brazos...miras de reojo a tu último  hijo,,,al que dejaste nacer.  Seguirá siendo el pequeño.  En sus dulces sueños imagina cosas bellas.  Tú a su lado, angustiada, sólo deseas desaparecer a un mundo interno en el que todo fuese más fácil de llevar. 

 

Fuera de mi vida, cobarde

Fuera de mi vida, cobarde

Hoy he decidido olvidarte. Me será fácil porque poco me has dado para recordar. Simplemente lo poco que me diste, lo hinché como un globo, me inventé una realidad que no existía.
Hoy he decidido olvidarte porque me he dado cuenta que en mis escritos, la palabra dignidad aparece con frecuencia, y si la pierdo, al estar a tu lado, ¿qué me queda?.
Hoy he decidido olvidarte porque tenerte a mi lado me está costando la salud. Estás perdido en tu propio mundo, te has perdido y eso que  tu mundo es bien pequeño. Eres un ejemplo de egoismo, de cómo no se debe tratar a una mujer. Y aún así te amaba. Es más, te veneraba. Pero no puedo permitirme la locura de enamorarme de un niño. No tiene lógica, no tiene sentido. No tiene ni pies ni cabeza. No lleva a ninguna parte. Coharta mi libertad.
Hoy he decidio olvidarte mientras dormía. Te he soñado y no me han gustado mis sueños. He visto tan real en los sueños, tu desinteres por mí, que al despertarme me he dado cuenta de que mi realidad era idéntica al sueño. Que no puedo soñar nada bello porque ya ni siquiera me lo inspiras. Que me despierto sobresaltada, que desearía estar en cualquier lugar, perdida entre la gente. Que quisiera comenzar de nuevo. Y que tú no eres un buen comienzo.
Hoy he decidido olvidarte, al pasar la noche contigo y no haber sido capaz de articular palabra. Durante toda la semana pensé todas las cosas que me gustaría contarte, y al final, delante tuyo, era incapaz de abrir la boca. Es tal tu posesión de mí que no quiero decir nada fuera de lugar, que te moleste, que te incomode...temiendo que me dejes, aferrándome a alguien por mi soledad, mis miedos, mis angustias.
Hoy he decidido olvidarte, porque mientras haciamos el amor pensaba en mil cosas diferentes, recordaba el pasado con mi ex marido y apretándome fuerte a mí deseaba abrir los ojos y estar en esa casa, en ese mundo que me parecía claustrofóbico...porque quizás no conocía éste.
Hoy he decidido olvidarte, pero no como otras veces. Hoy lo he decidido en firme.
Hoy he decidido olvidarte porque quiero ser mujer, mujer con todas sus consecuencias. Quiero sentir la brisa de este primer día de primavera, sentir el sol del verano, sentirme dueña de mí misma. Vivir mi soledad, mis problemas,,,pero que tú no seas parte de mis soledades, ni mis problemas. Eres el primer problema que he de quitar de mi mente para poder dar un paso hacia delante, después de tantos pasos para atrás.
Hoy he decidido olvidate...porque eres un cobarde.

13:13 horas de un domingo soleado

13:13 horas de un domingo soleado

Un teléfono mudo. Un sol que no calienta a través de los cristales de mi habitación. Mis dedos fríos. Resaca de mil noches sin amor. Comenzará una semana que me golpeará aún más el ánimo.
¿Cuantas veces se puede llegar a comprobar si el teléfono tiene cobertura sin llegar a ser algo obsesivo? El teléfono sigue mudo. Y ese silencio me duele más que su propio silencio, es el dolor de la incomunicación. ¿Qué soy en su vida? ¿Silencios...?

Me dijiste TE QUIERO

Me dijiste TE QUIERO

Anoche me dijiste TE QUIERO mientras hacias eses y procurabas no caerte. Lo repetiste mil veces, como si tú mismo no llegases a creertelo. Yo tampoco te creí . Esa forma de amor yo no la entiendo. Deseé tantas veces que me lo dijeras, al oído, en el momento adecuado, con el tono de voz justo, susurrante. Quería que me lo dijeses sin tener que envalentonarte con unas copas.
Te acompañé a tu casa con el sonido constante de tu voz repitiendo como un antiguo disco de vinilo rayado, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO...Y seguía sin creermelo. Y no me lo creí cuando te ví tumbado en el asfalto cuando caiste de bruces. Y no te volví a creer cuando me lo dijiste al despedirte. Esas palabras te vienen grande. No sabes el verdadero significado ni el alcance de esa frase, que consta de dos palabras pero que encierran un mundo. El TE QUIERO se ha de expresar de mil maneras, con gestos, con detalles, sino, es una frase más, sin sentido. Como sin sentido fue la noche. No me esperaba mi príncipe azul a la llegada sino un joven alcoholizado que ridiculizó a un vendedor de rosas ambulantes. ¿Tú quieres demostrar amor y te burlas de cualquier expresión del mismo?. No me llevaste a mi casa, para protegerme del peligro del camino y de la noche. Te acompañé yo y te ayudé a meter la llave enla cerradura. Y con esa llave mi corazón quedó cerrado. No puedo amar a quien no sabe amarme.
A alguien en algún lugar oí hablar de dignidad...y entregándote mi amor sin condiciones la he perdido. No quiero más TE QUIERO expulsados, vomitados de una boca con olor a alcohol. No lo quiero por dignidad y porque me quiero. Cuando sepas amar a alguien, la palabra TE QUIERO no te saldrá solo de la boca, sino del corazón, que es de donde habita.Hasta entonces, no más TE QUIEROs. Hasta entonces, sigue con tu vida....

Elereilere elereilera

Elereilere elereilera

Anoche no recordaba en sueños el código de mi móvil. Tampoco recordaba que estabas en mi vida. Al despertar todos mis problemas, que había dejado colgados en el divan, vinieron hacia mí como si tuviese un imán en medio de mi pecho. Todos y quizás más se clavaron en mí.¿Por qué no poder estar semanas enteras debajo de las mantas?, ¿por qué no te dejan hacerlo?. Creo que es la mejor cura para la soledad y la tristeza. Dejadme sola con mis pensamientos, mis preocupaciones. Dejar que sienta el peso de las mantas en mi cuerpo dolorido. Y que descanse con los ojos abiertos debajo de unas sábanas que guarden mi olor. Dejadme por favor...solidaridad con el dolor ajeno.

hola de nuevo juanjo

Anoche me contastes muchas cosas, te comunicaste conmigo creo que por primera vez. Te dije que tienes mi apoyo, mi apoyo mas sincero e incondicional para todo lo que necesites. No son palabras que se llevan el tiempo sino actos que podrás ir viendo si quieres. Ya me dijiste que conmigo, amigos, que de pareja nada...buaaaaaa, bueno, tendré que aceptarlo, hasta ahora lo he aceptado muy bien (mordiendome las uñas, etc.) Solo quiero ser para tí lo que tú quieres que sea. Sino quieres que sea nada te comprenderé y desapareceré de tu vida de puntillas. Aunque me duela, eso no lo niego. Creo que los sentmientos se ven a través de los ojos y tú puedes ver los míos, no puedo negártelos ni quiero, están ahí.
No te he contado muchas cosas de mí, no sé si me conoces lo suficiente, aunque creo que bastante sí, al menos lo esencial. D isfruto con pequeñas cosas, con pequeños momentos. De eso consta la vida, de momentos breves que has de usar para sonreir. Me encanta el cine...aunque no voy desde la última vez que fui contigo, joer, me da penilla ir sola. Te echaría de menos, viendo la butaca de al lado vacía. Me encanta la fotografía en blanco y negro, ya lo sabes, después de los orgasmos contigo, es lo que más me gusta, jajaja.
Es muy difícil, francamente muy difícil encontrar a alguien con quien te sientas bien, y puedas ser tu mismo, y que te de la sensación de que conoces de toda la vida,y que te inspire cariño, ternura, confianza. Yo lo he encontrado. Y ´sólo le pido que esté conmigo en esos breves instantes que nos da la vida para sonreir juntos, en el cine, a la orilla de la playa tomando un refresco (de cervezas mejor pasar). No quiero liarte, quitate esa palabra que me parece muy sucia, peor que un taco, en serio. Quiero tenerte cerca en los momentos que los dos deseemos tenernos cerca. El otro dia al pensar que no iba a tocar nunca más el tacto de tu piel, me hacía sentirme muy mal, sé que hay otras pieles, pero yo solo quería la tuya. ¿Me dejarás volver a sentirla (tu piel, malpensado, jajaja)?.
Y ya no te doy más la paliza, que no te gusta leer, que lo sé.

Hola Juanjo

Hola Juanjo

Como una adolescente, quinceañera, te escribo esta carta porque es como mejor me expreso. Mirar tus ojos brillantes mirando a los míos no me ayudan a estar relajada y decirte lo que pienso, y lo que siento. Sé que esta incomunicación nos ha llevado a muchos malentendidos y eso al menos a mí me han hecho mucho daño. El otro día estaba aterrada, verdaderamente asustada porque creí perder lo poco que tengo de tí, pero que a mí ya me es suficiente. No puedo definir nuestra relación con palabras, como te dije el otro día, pero es que tampoco quiero definir la relación sino sentirla y disfrutarla. ¿Por qué poner nombres a todo?, ¿por qué catalogar los sentimientos?, es una pérdida de tiempo, los sentimientos hay que vivirlos y dejar que fluyan, ellos solos se ponen en su sitio en el momento adecuado o se desvanecen. Nunca he querido presionarte en nada y en eso estoy tranquila porque creo no lo he hecho, unos mensajitos no creo que se pueda considerar acoso y si así lo ha sido, lo siento, nunca fue mi intención. Me he muerto de ganas de verte, de estar contigo más tiempo pero me he callado porque he respetado tu espacio vital, tus momentos de intimidad, de querer estar con los amigos, de jugar a la play, de dormir, de lo que sea. A todo caso he picado discretamente a tu puerta (es un decir) ding dong, a ver si querias ir conmigo al cine pero nada más.
Yo no sé lo que sientes tú, solo puedo explicarte lo que siento yo y no quiero ponerle adjetivos porque tampoco encuentro el adecuado, creo que tendría que inventarlo. Para mí eres especial, importante, veo en tí alguien de buen corazón y buenos sentimientos aunque a veces hagas pinta de durillo. Sé que no quiero perderte como amigo, o al menos que nunca me gires la cara al verme. Sabes que siempre me tendras cuando me necesites.
El otro día bebí más de la cuenta (dos cervezas pero ya sabes como me sientan a mi) y como a todo el mundo que toma de más se me fue la olla. Te tenía cerca, a tí, a quien deseaba mmmmmm muchísimo y en cambio no fui capaz de decirte "vámonos de aquí, vayamos a algún sitio solos", de verdad, odio el alcohol y todo lo que nubla la mente. Haces y dices cosas que no querrias haber hecho o dicho y luego es demasiado tarde para enmendar el error, y sólo puedes esperar que las personas que has herido con tu comportamiento sean comprensivas. Ni te digo las horas seguidas que me pasé llorando, no te lo creerías. Me sentí fatal. Las mujeres cuando nos sentimos fatal lloramos, eso nos consuela o nos desahoga. Creo que me falta ese punto de confianza de poderte decir las cosas a la cara, pero joer, ya te he dicho al principio, cuando te veo los ojos que me da un no se que, que yo que se, jajaja.
Sé que estoy bien contigo, en todos los aspectos, no te pido más tiempo del que tú me quieras dedicar. NO me gusta que nadie haga las cosas por obligación sino por placer. Que cuando me invites al cine es porque te mueras de ganas de darme palomitas con tu mano, o que cuando me invites a ver el barça en el bar te mueras de ganas de celebrar los goles dandome un gran besazo. El otro día me dijiste algo por teléfono, algo que me hizo dar un suspiro uffffff enorme, me hubiese gustado más que me lo hubieses dicho al oído y bajo las sabanas, jejeje. No sé si lo dijiste bajo los efectos de alguna cervecilla o si todavía lo sientes, yo te digo que a mí sí que me gustas, que a veces no te entiendo pero lo intento, y que me gustas como eres, si fueses de otra manera, no serias mi juanjillo. Te repito por enesima vez que me gustan tus ojos brillantes, me gusta tu piel cuando se convierte en piel de fín de semana, suave y calentita. Me gusta hacer el amor contigo, me relajo, es como tocar el cielo, mmmm. No te pido más compromiso vale, las casas nunca se construyeron por los tejados y todo ha de hacerse porque se desee hacer. No te niego que los fines de semana me muero de celos, pero es normal, cuando te gusta alguien te imaginas que coño estará haciendo, y me apena porque pienso que sino estas conmigo es porque no te gusto lo suficiente. Bueno, ésto ha sonado como a confesión. Ahora me gustaría estar acostada contigo y que me besaras la espalda...
Espero no haberte soltado un gran rollo patatero. Para mí eres como un tesoro que me gusta conservar. Eres importante porque has entrado en mi corazón, pero no quiero meterte en ninguna jaula, nunca te haría eso, te repito otra vez ME GUSTAS COMO ERES., no cambies nunca.

Lily tenía razón. Sabios consejos, que se escuchan pero que no se siguen. Consejos que jamás oiras porque el amor es impulsivo y no escucha más que su propio latido.
Lily tenía razón y no la escuché. Caí en la tentación en la que no debía haber caído nunca o al menos no tan pronto. Le mandé un mensaje, como los anteriores, patéticos. Me imaginé como arrastrada sujeta a su pantalón por las calles. Es difícil tragarse el orgullo,incluso puedes llegar a atragantarte con el

El niño perdido

El niño perdido

Viejo barrio. Viejas casas. Vieja abuela encamada desde tiempo inmemorial, gritándole su nombre, siempre dos veces. Cansado del trabajo, regresaba a casa y escuchaba a su abuela inventando para él un presente. "Cómo está Rosa?" , se suponía Rosa era la mujer imaginaria que su abuela había inventado para él. Primero discutía con su abuela y le intentaba hacer ver su error pero luego incluso le divertía la situación y le seguía la corriente. "¿Cómo está Rosa?", "Como una Rosa abuela, jajaja" . Y la abuela callaba. Y él podía cerrar los ojos e intentar dormir.
Siempre pensaba antes de conciliar el sueño. El decía era una buena constumbre, repasar lo acontencido durante el día. En el fondo era un hombre de conciencia, de buena conciencia. Se ponía el único pijama que tenía, regalo de su madre, y que a veces llevaba como una segunda piel al trabajo, debajo del uniforme. Era un poco perezoso, así todo lo era más sencillo, el vestirse al empezar el día y desnudarse al acabarlo.
Cuando el sueño llegaba a sus ojos, oía a gritos, "¿Cómo está Rosa, cómo que no la has traido?" , él se levantaba, porque sabía que sino no se callaría y enfadado por no poder dormir ni una noche de un tirón le decía "No hay ninguna Rosa abuela. Vivo con vosotros, no tengo mujer, hijos y casi ni amigos. ¿Vale abuela? ahora descanse que es lo que tiene que hacer o al menos deje descansar a los demás". La abuela lo miraba con ojos desorbitados, como de loca, ni cien tranquilizantes conseguían relajarla, una mujer activa como había sido ella hasta el final.
Al volver a la cama, con el crujir del somier, volvía a escucharla lamentarse, ya no preguntaba por Rosa, hablaba con su hermano muerto. Sabía que esa sería otra noche en blanco. Decidió que al salir del trabajo siempre se pasaría por el bar donde bebería un par de cervezas para así poder relajarse y al llegar a casa olvidarse de todo, oir la voz de su abuela, lejana.
Así hizo esa noche, la primera de mil noches, de borracheras después del trabajo. Llegaba a casa no se sabía bien cómo. Todos dormían. Menos la abuela. "¿Que no ha venido Rosa contigo?". El sonrío y dijo "sí, abuela, ha venido y ahora me la voy a follar".
Su abuela, no le había escuchado, volvía a hablar con su hermano muerto y su mujer, también muerta, una auténtica reunión del otro lado.
Cuando cerró los ojos y se tapó con ese edredón que le compró su madre para las noches frías de ese mes de marzo, con frios polares, se acordó de ella. Se estaba paseando por su mente, contoneándose y sonriéndole. El sonrío también, como si ella pudiese verle. Con sus brazos se abrazó a sí mismo, imaginando que era ella la que estaba entre sus brazos. No la dejaría escapar esta vez. Había aprendido la lección. Ella no era Rosa, pero era la mujer que había despertado algo en él y que se resistia a admitirlo. Pensó la llamaría. Haría como si nada hubiese ocurrido. La necesitaba más de lo que pensaba y sabía que ella también lo necesitaba. Un pajarito herido. Dos pájaros heridos que se picoteaban sin querer, haciéndose más daño.
Su abuela gritó desde su cama, "¿Por qué no me presentas a Rosa?" y él contestó..."No se llama Rosa...se llama Cristina"
El niño perdido reconoció lo que sentía, lo hizo suyo y lo hizo saber. Su secreto era menos secreto y e iba a luchar por él.
Cristina así lo deseaba, aunque todo eso, sólo había sido un sueño.

El frío de su espalda

El frío de su  espalda

Labios que pueden besar otros labios por puro despecho. Corazón que no deja de sentir el dolor en cada latido. Ansiedad que sale por la boca en pequeños suspiros mientras duermes, y sientes que te falta el aire,,,y no te importa.
Sientes que has perdido a una persona querida, solo por malentendidos, por palabras dichas con alcohol por las venas. El alcohol un mal consejero.
El dolor del desamor del que tanto se ha escrito, en poesía y en prosa y en todos los idiomas conocidos. Un dolor que tanto se ha descrito pero que cada uno vive a su manera. No te puedes imaginar el daño del alma hasta que lo estás padeciendo tú misma en tus carnes. El alma sí duele.
Verlo marchar, ver su espalda y su paso decidido alejándose de tí, como poniendo tierra de por medio, poniendo un espacio insalvable. No poder ir tras él porque el suelo se te asemeja movedizo, quizás, otra vez consecuencia del alcohol. Sólo sabes que tus piernas te llevan a caminar en el sentido contrario al que desearías. Que el orgullo es mucho más fuerte cuando es mezclado con el alcohol. Y cuando te giras, temiendo convertirte en estatua de sal, él ya ha desaparecido...quizás nunca estuvo ahí y fue solo la imaginación, que juega malas pasadas.
Pero él existió, os lo aseguro. Aún puedo olerlo como si lo tuviese a dos centimetros. Pero no puedo abrazarlo porque ya no es mío...si es que alguna vez lo fue.
El navegando en sus dudas, en sus temores, no se ha dado cuenta de que ha perdido una oportunidad de ser feliz, aunque no fuese algo eterno era algo sólido y sincero. Y nadie te ama de esa manera todos los días. Nadie te deja libre para que vuelvas siempre a su lado, tarde o temprano. Nadie lo hace sino te ama. Y el temor al compromiso, a las cadenas del amor, es un temor absurdo, es como temer a la propia vida. El amor y la vida son como ríos que fluyen y que a veces coinciden y sus aguas se tocan y en ese instante, el agua es feliz, porque todo en esta vida puede ser feliz, una piedra, el aire,,,¿Y por qué no se permite él ser feliz? ¿cree que no se lo merece? ¿que la felicidad no existe? ¿o que la felicidad no existe a tu lado?.
Horas llorando amargamente, unas lágrimas que el aire ha secado, de las que ya no queda nada, ni siquiera el hinchazón de los ojos del día siguiente. Pero por dentro, ese vacío dejado por las lágrimas al salir duele más que el mismo desamor. Siento como si mi interior se tuviese que rellenar de lágrimas nuevas para poder llorarlas de nuevo, en un ciclo sin fín.
Pensar que no caminaré más a su lado, que no miraré sus ojos con la ternura de una niña enamorada, que todo ha finalizado, me hace sentir caer en un pozo negro, del que intento agarrarme para no llegar a caer en el fondo. Una vez ahí dentro me sería imposible salir. Me gustaría que él me diese una mano, esa mano que tantas veces me dio, y me la ofreciera simplemente para sacarme del atolladero del dolor. Después, que se volviese a girar y andase su camino, ya sin mí, como él mismo ha decidido y las decisiones se han de respetar, aunque duelan y no se compartan.
Y cuando lo viese perderse en el horizonte, cerraría los ojos, me lo imaginaría unos segundos en mi mente e intentaría que el dolor fuese saliendo poco a poco de mí, de puntillas, hasta poder volver a ser una mujer nueva y quién sabe si también de nuevo enamorada...

Maitechu mía, canta y no llores más

Maitechu mía, canta y no llores más

Maite comió una pipa. Después peló otra. Hizo el ruido típico que hacen las pipas cuando son peladas, un ruido reconocible para todos, y soportable. No tan soportable para él, ese ogro que se había convertido en su marido, por el miedo quizás de quedarse soltera y no tener esos hijos que siempre deseó. La tercera pipa y él golpeó con fuerza la mesita ante los ojos atónitos de sus dos hijos, que sin mediar palabra fueron hacia su habitación, en una especie de peregrinación ya tan conocida para ellos. El pequeño, debajo de las mantas, tiritaba, y no precisamente de frío. La mayor, lo acurrucaba y acariciaba por encima de las mantas. Ella estaba más alerta, se sentía responsable de su hermano. A veces incluso le tapó las orejas con sus manos y en otra ocasión, con más tiempo elaboró unos tapones de algodón que colocó a su hermano profundamente en los oídos. Ella prefería escuchar, saber a que atenerse. NO era la primera vez que en mitad de la noche venía la policia para comprobar que todo estaba bien. NI tampoco la primera vez que los vecinos golpeaban las paredes con tanta fuerza, haciendo descorchar la vieja pintura de sus habitaciones. Todo eran golpes. Dentro de la casa, con la ira de su padre golpeando a su madre. Fuera de la casa, los vecinos airados por no poder tener descanso en la noche. Al rato, aparecía su madre con moratones, ojo hinchado y diversas contusiones a las que quería restar importancia. Y todo por el ruido de pelar una pipa, pensaba Irene. La vida era más complicada de lo que ella creía. Su madre dormía en el suelo, su padre destrozó la cama en la última discusión. Una cama que se aguantaba con ladrillos de una obra cercana. Su madre tomaba pastillas para conciliar el sueño durante la noche. Demasiadas. Muchas veces no lograban despertarla por la mañana y tomaban ellos solos el desayuno y marchaban hacia el colegio, no sin antes acercar sus pequeñas cabezas sobre su pecho para oir su latido y sentir la respiración en sus nucas. La tapaban, siempre estaba helada, como un helor de muerte.
Ella en el colegio no se podía concentrar, recordaba la discusión de la noche, y se sentía culpable, ella había traido esa bolsa de pipas. Se juró no volver a comprarlas más. El pequeño en el colegio estaba ausente y garabateaba en la mesa algo parecido a cuchillos y espadas. En el patio, se buscaban y se abrazaban. No jugaban con otros niños, solo deseaban escuchar el timbre que les devolvería a su casa. Esa casa misteriosa donde no sabrían que iban a encontrarse, si soledad, muerte, lo que sí seguro encontraban era desamparo.
Su madre les abrió la puerta, con el pelo alborotado, la bata mal abrochada y los labios muy hinchados. Ella dijo que era la sal de las pipas, que le habían irritado todo el labio. Cada vez daba excusas más surrealistas que se suponía ellos debían creer. Ni siquiera el pequeño las creía, pero había aprendido a callar.
En el comedor se oía los ronquidos de su padre, como estertores de la muerte, esa muerte que ellos tanto deseaban. En su tierna infancia eran conscientes de que eso era un duelo a muerte, una batalla que ya tenía perdida su madre. ¿A quién podían acudir?, la gente del vecindario les acariciaba el pelo al verlos pasar, con mirada lánguidas, como cómplices de un asesinato que aún estaba por cometerse, y que nadie iba a detener. Nadie quería meterse en la vida de nadie. Todo el mundo podía hablar de todo el mundo, pero no inmiscuirse en cosas serias, cosas que hacían peligrar el mundo de unos niños, la vida de una mujer nacida insegura y más insegura día a día por medio de los palos recibidos, día sí y día también.
Irene no recordaba la primera vez que vio a su padre abalanzarse sobre su madre y maltratarla. Ni siquiera sabía que existía esa palabra, que últimamente escuchaba tanto por televisión. Otros niños ven a sus padres besándose. Ella nunca los había visto así, todo eran arañazos, puñetazos, golpes en el bajo vientre, incluso cuando Maite estaba embarazada del pequeño, y durante otros embarazos que no consiguió llevar a término.
Andrés veía como su padre lanzaba todos sus juguetes sobre su madre y se los rompía en la cabeza. Veía la sangre brotar, sus juguetes despedazados y su madre llorar. Su hermana le tapaba las orejas a veces, a veces los ojos. Y él ni siquiera gritaba. Tenía miedo. No le importaban sus juguetes, ya ni jugaba con ellos, los escondía debajo de la cama, para que al menos no fuese con ellos con los que golpease a su madre, pero siempre, el ogro, como así lo llamaba él, encontraba objetos que lanzarle.
A veces se sentaban en el suelo, delante de él, mientras dormía la siesta para ver como la panza llena de alcohol subía y bajaba en cada respiración. Esperaban un fallo. O acaso se conformaban que su siesta fuera larga, esa era una tregua para su madre que hacía las tareas de la casa rápido y corriendo para no tener queja del "ogro". A veces, se levantaba de buen humor, pero era las pocas veces. Incluso a veces se los llevaba al parque, y los cogía de la mano, esa misma mano con la que golpeaba a su madre cada atardecer. Ellos iban con él para dejar más tranquila a su madre, la imaginaban sentada en el sofá pudiendo ver algo en la televisión, aunque presentían que no era así, que se afanaba en arreglar todo una y otra vez con la ansiedad de la que está perdida en un laberinto sin salida.
Ella les acariciaba el pelo mientras dormían. Ella no sabía que ellos apenas dormían. Durante las clases se les cerraban los ojos. Por la noche no podían relajarse, después de los gritos, las patadas, los moratones infringidos a su madre, no podían cerrar los ojos y dejarse llevar por los sueños. Las pesadillas eran recurrentes pero nunca peores que sus propias realidades.
¿Sucede algo en casa? les preguntaban frecuentemente en el colegio. Ellos negaban con la cabeza, al mismo tiempo que la bajaban. Los profesores no preguntaban nada más. Ellos continuaban con sus ojeras por falta de sueño, con el adormilamiento que da las noches en vela y la debilidad de la poca alimentación, de una madre que se ha dado por vencida por completo. Muchas veces tuvieron que alimentarla , como un gorrión herido, gota a gota de leche, con los labios demasiados hinchados para abrirlos y la mandíbula demasiado dolorida para masticar. Aún así sonreía.
Irene aún podía recordar a su madre, vestida de domingo, de eso hacia varios años. Pintada, como solo ella sabía hacerlo. Con esos labios gruesos y esos ojos verdes. A veces, también la maquillaba a ella. Ahora su madre era tan diferente, en aspecto. En su armario no había vestidos de domingo. Solo batas y blusones anchos. Y las pinturas desaparecieron de un día para otro, después de una discusión con su padre en la que le restregó toda su manaza por la cara, haciendo de su maquillaje, el maquillaje de un payaso triste.
Andrés nunca la había conocido así. Quizás mejor, pensaba Irene. Era muy doloroso recordarla en todo su esplendor, cuando sonreía al venir del mercado, con el carro a rebosar de alimentos que a ellos les gustaba. Siempre les complacía, ella era feliz haciendolo.
Ahora no había ni un atisbo de felicidad, ni un solo instante que coger con unas pinzas o inmortalizar en una foto. Irene conservaba en una caja, una foto de su madre y su padre, los dos sonriendo divertidos en una fiesta. ¿Alguna vez se quisieron? ¿alguna vez el no la pegó?, ¿alguna vez él había posado su mano en ella para acariciarla?. ¿Fueron ellos hijos del amor y el deseo o después de una noche de broncas y reconciliaciones?.
Andrés nunca había visto esa foto. Ella no dejaría que él lo viera. Todo era demasiado difícil como para poder explicar felicidades pasadas. Ya les era suficiente con el presente. Y el futuro, era una palabra que les sonaba extraña, desconocida, quizás ellos no tendrían futuro. Era algo que no les interesaba.
(continuará....)

Viernes noche

Viernes noche

Ella estuvo toda la semana esperando ese día en el que era más ella misma, o jugaba a ser diferente. Digamos que esas mujeres se daban la mano y eran una sola. Más segura de sí misma, más altiva, deshinibida y arrolladora. Un habitáculo con luces parpadeantes, una luz de neón que le hacía la piel más tersa y cálida, y donde sus dientes resplandecían como teclas de un piano. En la barra, siempre el mismo asiento, un taburete al que le daba miedo subir por el temor a bajar. Sus cortas piernas balanceaban o se recogían tensas. Siempre el temor a mirar a su alrededor. Esa timidez que tantas posiblidades le había quitado en la vida. Con una copa de alcohol, conseguía mirar a su alrededor de forma más natural. Pero aún no conseguía sentirse segura. Envidiaba a las demás mujeres que bailaban a su alrededor y gesticulaban, sí, sobre todo envidiaba a las mujeres que gesticulaban mucho, que movían las manos explicando no sé que cosas pero que parecían la seguridad personificada. Otra copa de alcohol, conseguía que se atreviese a dar un salto y bajar de ese taburete que le había agarrotado las piernas. Y con un sorbo más, conseguía lanzarse a bailar. Entonces sí ya era ella. Ya nada le importaba alrededor. Ni siquiera las mujeres que gesticulaban.
Los hombres le parecían moscas a la miel. Los miraba y estudiaba a la vez. Eran demasiado básicos. Cualquier tratado sobre comportamiento masculino no hubiese tenido que ocupar más de dos páginas, contando eso sí, que una de ellas sería la portada.
Se reía por dentro, mientras pensaba en todas esas cosas. A su manera se divertía aunque a veces parecía seria e inaccesible en un rincón, con una mesa como escudo.
Si los hombres le hablaban, ella los ignoraba, no por prepotencia sino porque no tenía nada que decirles. El desamor había dejado huella en ella y no pensaba volverse a enamorar. Tampoco quería ir metiendose en camas ajenas para hacer realidad sueños ajenos. Quería vivir los suyos propios.
Veía abrirse la puerta, y entrar gente nueva o ya los viejos conocidos. Nunca perdió la esperanza de que entrara por ahí algo parecido a un prìncipe azul, quizás camuflado en chico albanés con chaqueta de cuero marrón, o de chico con mirada perdida y piercing en el ojo, o chico con nariz judía como a ella le gustaban. Alguno de ellos sería, tal vez ninguno pero seguía mirando la puerta con la misma emoción que el primer día. MIentras tanto, se levantaba y bailaba. Y bebía. Quizás algún día haría un streap tease encima de la barra, pero para eso le harían falta un par de copas más que no iba a permitir tomarse. Una sabe sus delimitaciones y ellas sabía muy bien las suyas.
Había llegado el día de perderse en ese lugar donde todos tienen sueños parecidos, problemas similares y solo esperan una sonrisa,un guiño para que sigan latiendo sus corazones. En mi barrio se necesita pan para vivir y alcohol para sobrevivir.
- Otra copa por favor...

Soy hijo de madre soltera

"Soy hijo de madre soltera" y con eso pretendía disculparse de todos sus actos, presentes y futuros. Sus ojos brillantes y achinados, efecto del consumo incesante de drogas legales e ilegales. Esa marca característica en su ojo izquierdo, semejante a un dálmata y según él provocado por un vitíligo o por una afección en una piscina en la infancia, le hacía parecer un niño perdido, de la calle. Sus brazos articulados en una pose permanente, casi robotizada. Su sonrisa de niño travieso que le
habia salvado de muchos problemas , y malentendidos. ¿Quién podría enfadarse con tal especimen de chico de barrio, con pocas posibilidades, que fanfarroneaba de su puesto de líder en una empresa, cuando no era más que un simple encargado de plantilla?. El se creía importante en su puesto de trabajo. Cuando llegaba a casa, lo primero que escuchaba era el grito incesante de su abuela enferma de alzheimer y sus preguntas repititivas. A veces veía esqueletos y muertos a su alrededor. El la acompañaba al lavabo, mientras su hermano pequeño, hijo de padre árabe con su energía fuera de lo común reclamaba su atención constantemente. Un hermano, blanco de las risas del instituto, sentado en el sofá comiendo sin cesar para calmar su ira. Y su hermana, poco agraciada, le tocaba hacer las cosas de la casa que quedaban pendientes, mientras su madre en la universidad, no daba clases sino limpiaba.
Al acabar el trabajo, lo que menos deseaba era entrar en esa casa de locos, a la que él mantenía. Entraba en cualquier bar y empezaba a dar rienda suelta a su alcoholismo. En el trabajo siempre fue bien, con la ayuda de su colirio y con esa sonrisa que despertaba simpatías.
"Soy hijo de madre soltera" , soltera de cinco hijos. Cinco piedras contra las que volvió a tropezar. Mujer en busca del amor, como tantas otras y que se quedan solo con recuerdos de ese amor, recuerdos de carne y hueso que piden leche y pan entre otras muchas cosas.
"Soy hijo de madre soltera...y he sufrido mucho" , esa coletilla mirándole a sus ojos brillantes te hacía creerlo, mientras levantaba sus cejas y con su mirada imploraba tu comprensión.
Esa frase siempre le había funcionado otras veces, cuando su miedo al compromiso le había puesto entre la espada y la pared. Pero no dejaba de ser una frase, a mi entender, una frase de cobardes. Una frase que te salvaba una y mil veces pero que tiene la misma debilidad que la lengua que la pronuncia.
" Soy hijo de madre soltera" "Y qué?" le espeté yo. "Yo también lo soy"

Balanceo del desamor

Balanceo del desamor

Meciéndome en esa mecedora de madera roja, esa misma que mi madrina guardaba en una habitación polvorienta. Así me ví en sueños. En esa habitación oscura, prohibida para los niños, quizás por eso, más deseada.
Al despertarme, aún con el sabor del último sueño en la boca, me tapé con la sabana por encima de la nariz. Aún podía oler la vieja madera, y esa pintura desconchada que caia poco a poco como una nieve roja. Comencé a balancearme en la cama, como si aún estuviese sentada en la mecedora. Recordé que en las películas ese gesto suena a locura. En parte, un poco lo era. Deseaba estar en brazos de mi madre, balanceada con el ritmo que solo ellas saben hacer y el calor que solo ellas desprenden.
No quería levantarme, ni esa mañana ni las siguentes. Era de malvivir, vivir un mal de amores. Toda la ilusión invertida en esa nueva relación, se había convertido en un veneno paralizante, que no me dejaba apenas ni pestañear. Lo mejor era cerrar los ojos y entregarme a un nuevo sueño. Quizás la mecedora seguiría ahí y podría balancearme unas horas más mientras mis piernas colgaban como cuando era niña y con el corazón acelerado para no ser descubierta en una habitación húmeda, oscura, tenebre y vieja.
El teléfono sonaba sin parar pero no lo atendía, desde mi mecedora roja todo era más sencillo.
Las sábanas no habían sido cambiadas desde hacía semanas, mi pelo enmarañado y ese olor a sudor delataba que aquello era algo más que un simple desengaño, que era más como una gripe del alma.
Con mi autodiagnóstico, me giré en la cama revuelta, con mi gripe del alma que hacía toser todas mis entrañas y envolvía mis pensamientos en una fiebre intensa y delirante.
Pensé que todo en esta vida pasa, pero mientras tanto, vería pasar la vida balanceándome en la mecedora roja, en un incesante balanceo que calmaba mis penas y dormía mis ganas.
Buenas noches. Hasta un nuevo amanecer.

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